Una leyenda extendida por todo
Oriente cuenta que hace ya más de dos mil quinientos años Buda llamó a todos los animales de la Creación. Precisamente el
primero en acudir a la cita con el Gran Maestro fue la Rata. De ahí que ocupe el primer lugar en el horóscopo chino y que
algunos estudiosos de la astrología china lo consideren un lugar de privilegio. Sólo doce especies acudieron a la invitación
hecha por El Gautama y a cada una de ellas se le consagró un año determinado; de esta manera se formó un ciclo de doce años
dedicando cada uno de ellos a un animal.
Este simbolismo significativo impregnaría la vida, la acción, los pensamientos,
la actitud y la sicología de los nacidos en el año del dominio de cada animal; el carácter y la personalidad de los hombres
y mujeres marcados por este simbolismo tendrá, a partir de ahora, una explicación y una conformación debidas al orden en el
que fueron llegando los doce animales que componen los doce signos del horóscopo chino. RATA, BÚFALO, TIGRE, GATO, DRAGÓN,
SERPIENTE, CABALLO, CABRA, MONO, GALLO, PERRO y JABALÍ.
Sin embargo, parece que las cosas no sucedieron como
explica la célebre leyenda: antes de que Buda naciera ya existía la práctica de la astrología en China, aunque su origen permanezca
aún sin determinar con exactitud y aparezca diluido en el tiempo inmemorial de una de las más antiguas culturas de nuestro
planeta.
El folklore y la mitología chinas confieren a la Rata aspectos casi luminosos y siniestros. La comparan
a la serpiente y al topo por cuanto que, como ambos, se arrastra y se enrosca; símbolo, pues, de la oscuridad y la tiniebla,
prefiere los abismos profundos de la tierra a la blanca luz de su superficie y al aire tenue de su cielo transparente. Se
la asocia, no obstante, con el dios oriental de la riqueza y la prosperidad.
De sus cuatro edades -infancia, juventud,
madurez y vejes- la más serena será la vejez; aquí la Rata se habrá librado de ansias y deseos y aceptará de buen grado, sin
necesidad de manifestar agresividad los convencionalismos sociales. Por fin se ha adaptado al medio voluntariamente; ello
indica hasta qué punto es cierta su merecida fama de animal inteligente, íntegro, autónomo, imaginativo y creativo. Ha dejado
atrás el lastre de la introversión y el sentimiento de culpabilidad generados en la difícil y complicada madurez. Conciliación,
ensoñación, seducción, intelectualidad y enérgica virulencia quedan relegadas por el río del tiempo, es decir, por la sabia
experiencia reflexiva.
Si a un Rata se le coloca, a la
fuerza o por falta de arranque, detrás de un puesto rutinario, tendremos a un ser maldiciente y amargado que culpará a los
demás de su mala suerte, por que nunca se resignará a ello. En un mundo de temores y de inseguridades, el Rata parece estar
a su placer, yendo de un lado para otro, aventurándose (sin saber bien por qué) en los peores momentos y en las peores situaciones:
intentando vivir siempre sus experiencias y conocer nuevas sensaciones. Con todo lo que han visto en su vida sin reposo, llegarán
a hacer un buen bagaje de conocimientos y sabrán aplicar los más tarde, cuando llegue la madurez.
Rata
es un tipo Yin, su complexión debe ser más bien fuerte y de no mucha altura, resistente y con una salud bastante envidiable;
pero todo ello no le predispone a la despreocupación, ni mucho menos; suele ser una persona hipocondríaca, lo cual es una
señal de buena salud, porque sólo los sanos se pueden preocupar de posibles problemas de salud: a los enfermos no les queda
tiempo de ello..
Mala
cosa la inconstancia del Rata para el amor. Son capaces de sentir pasiones enormes, pero tremendamente cortas. Son valientes
para lanzarse a la conquista, sin prejuicios ni temores, pero en seguida se les borra de su corazón el encanto que creían
haber encontrado y termina el amor, el valor, y vuelve la inquietud por encontrar al ser amado, a esa gran pasión que se promete
en los sueños breves y fugaces.
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