El gato llegó en cuarto lugar a la llamada de Buda; es un animal
emblemático de tendencia YIN; se orienta hacia el Poniente y su estación es el otoño, en donde un símbolo de su pureza debe
vivir en soledad o, al menos, refugiarse en soledad para poder ser tal y como gusta ser: discreto y prudente, honrado habitante
del silencio y de la meditación inteligente, que no del retraimiento y la huida. Pero no es nada sencillo poder convivir con
el mundo externo y mantener, en su pureza debida, el mundo interno. Así, el gato, como casi todos los demás seres humanos,
debe llegar al compromiso, al equilibrio que permita mantener las constantes anímicas y los sueños sin que unos y otros se
interfieran, sin que nadie triunfe sobre su modesta voluntad. No es fácil llegar a tal acuerdo entre realidad y necesidad
y así se produce, como reacción, una sostenida susceptibilidad, un cierto resquemor ante los demás, que pueden pensar de otra
manera y rehusar ese comportamiento. Es complejo, muy complejo, llegar a hacer lo que se desea; y hacerlo, cuando se es honesto,
sin que quede la duda de que se está haciendo poco para los demás, pues la soledad puede parecernos egoísmo, si es que somos
generosos.
Tanto se teme al egoísmo que, como insólita reacción, éste se puede aceptar como defensa y los gato llegan,
con bastante frecuencia, a ser abiertamente insolidarios; desesperados de no poder casar sus deseos con sus exigencias de
comunicación cortés, de contacto diplomático con los de fuera de su círculo familiar. Porque con los de cerca de su corazón,
con los que han traspasado la barrera protectora de la intimidad, el gato es el mejor amigo posible, el más esforzado compañero.
Les cuesta tanto aceptar a alguien de fuera dentro de su refugio, de su hogar, que cuando lo hacen es con todas las consecuencias
de la hospitalidad de la amistad plena.
Un trabajador como nadie, un ahorrador prudente, el gato es generoso con lo
que considera superfluo, porque su concepto del ahorro, de la previsión, está muy bien estructurado y sabe dónde ha de ser
situado el tope que marca lo prudente y dónde comienza la avaricia, la acumulación innecesaria. Como los gato sólo quieren
la seguridad del refugio y en un refugio sobra con poco, molestando el exceso, ese resto se destina, cuando aparece, a agasajar,
a regalar, como si se quisiera evitar la codicia, alejando inteligentemente lo que no tiene razón de ser en una mente sana.
Los gato saben disfrutar lo que tienen, porque para eso lo tienen. Ya hemos comentado que saben distinguir perfectamente lo
superfluo de lo necesario y cuanto hay a su alcance tiene la utilidad de servirles para el papel asignado. Si es cuestión
de disfrutar, los gato saben hacerlo a fondo y nadie les iguala; pero que no se piense, ni remotamente, que una gato o un
gato van a molestarse en organizar la excursión, montar la fiesta, correr con las preocupaciones de un viaje o todos los trámites
de una reunión con los amigos del pasado, los viejos compañeros del colegio o del trabajo. Saben gozar, pero no van a pagar
el precio de preocuparse en poner los medios necesarios para montar el tinglado; con lo que tienen a mano, que es mucho aunque
no lo parezca, saben destilar hasta la última gota del posible goce. Tampoco a los gato les gusta tener que preocuparse, no
ya de las fiestas, sino de las definiciones, de tener que tomar partido frente a una situación coyuntural. Les molesta profundamente
porque les obliga a tener que entregarse a una causa, abandonando su rincón favorito y cómodo y, sobre todo, les horroriza
tener que adscribirse forzosamente a una opción única, inflexible; convertirse en partidarios, en partidista. Si la elección
ya presupone una situación extrema, en la que no cabe ni el más mínimo matiz, entonces el rechazo (aparte de justificado)
es visceral y tratar de forzar la aceptación puede hundir moral y físicamente al gato implicado en la maniquea elección.

Para un occidental resulta muy extraño que el símbolo del gato
pueda ser también cubierto por una liebre o viceversa. El felino y el roedor no parecen poder estar al servicio del mismo
grupo humano; incluso se habla de la mixtificación con el ejemplo de dar gato por liebre, poniendo a la liebre en el departamento
de lo bueno y al gato en la casilla de lo malo, lo falso. Pero en Oriente se puede intercambiar al gato por la liebre y nada
pasa. De los dos se dice que reflejan la prudencia y la discreción; que son honestos y perseverantes. Cuando se quiere hablar
más en contra, se resalta su egoísmo y su susceptibilidad.
Lo único que no se le debe exigir al gato es que se encarame
a una cátedra y vaya tomando, una tras otra decisiones de peso. Ese no es su papel. El gato administra, modera, prepara, estudia
y realiza todo lo que haga falta hacer y un poco más, si es necesario; no es perezoso ni inconcreto, pero tiene un horror
definitivo a la equivocación y muchas decisiones son muchas probabilidades a favor del error, muchas más de las necesarias
para su equilibrio físico y mental.

Los gato tienen una sólida salud y una excelente capacidad para
hacerse un refugio en el que protegerse de los ataques y las sorpresas y, por ello, su única grieta -en esa muralla montada
con precisión alrededor de su existencia- está en la necesidad de refugio. Si al gato se le saca al aire, a campo abierto,
todo su sistema se le viene abajo, queda inerme frente a las fuerzas sencillas de una naturaleza que no puede controlar. Desde
luego, con su laboriosidad y disciplina rehará su hogar y se ocupará de los suyos -antes que de él o de ella-, pero quedará
tocado por el susto, por la sorpresa, y marcado por el temor de que aquel desbarajuste pueda de nuevo sobrevenirle en otra
ocasión, tan súbitamente como la primera vez.

Los gato son maestros en todos esos pequeños detalles como recordar
aniversarios, onomásticas, preparar un regalo, adornar una mesa o escribir unas líneas de felicitación. Si pudieran, estarían
todos los días felicitando a sus amigos y a algún tibio semienemigo. Les gusta tanto la felicidad, que tratan de regar con
ella a todos los seres que se aproximan a su entorno. Los gato no se comprometen en ideas o tendencias, pero nada les frena
en el amor; en esto sí que se comprometen a amar y a ser fieles, haciendo una única excepción con lo que más necesitan, antes
que el alimento y la bebida.
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