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El Perro

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En la demosofía oriental se habla de las edades del Perro (infancia, juventud. madurez y vejez), como de los cuatro aspectos a tener en cuenta para un criterio objetivo de definición simbólica de este animal emblemático; según las interpretaciones de las distintas corrientes astrológicas, sólo la infancia gozará de cierta calma estable, pero siempre que exista la protección de sus progenitores. En cambio, las otras tres edades -juventud. madurez y vejez- serán portadoras de tristeza y hastío; para el Perro transcurrirán plenas de sinsabores y amarguras, por lo que durante esas etapas vivirá atormentado y acongojado. Por esto se dice que, en muchas ocasiones, los nativos del signo emblemático representado por el Perro, permanecen como ajenos y ausentes.

Para los antiguos el Perro simbolizaba la fidelidad y se le reconocía como el mejor guardián y guía para el hombre; se le representaba en casi todas las ocasiones al lado de ciertas estatuas y figuras mitológicas. Así, en el medievo se encuentra frecuentemente la figura de un perro formando parte de ciertas composiciones en mausoleos, criptas y cenotafios; el cristianismo primitivo lo asocia al sacerdote que guarda y guía el rebaño; los pueblos egipcios pensaban que era un símbolo del sometimiento, el acatamiento y la obediencia, especialmente cuando mantenía su cabeza baja y en dirección a su propio collar; en la mitología clásica aparece en numerosas ocasiones la figura del Perro detentando diversas y variadas significaciones emblemáticas: un perro negro simbolizaría el poder oculto, magia y hechicería, detentado por la misteriosa diosa Hécate, la cual es representada por la Iconología con tres cabezas, una de las cuales representa a un perro. También se dice que cuando Hécuba, durante el sitio de Troya, presencia el aniquilamiento y holocausto de sus hijos, particularmente de su hija Polixena se lanza furiosa contra el asesino y cuantos le secundaron en tal horrendo acto, con la intención de acabar con ellos a dentelladas; entre todos los soldados consiguen reducirla y arrojarla fuera del palacio, al tiempo que le lanzan piedras con intención disuasiva. Hécuba corre tras las piedras y al instante queda transformada y metamorfoseada en perra: su boca ya no articula palabras, por lo que ni siquiera puede lamentar su fatal destino sino que únicamente profiere aullidos semejantes a los de un perro.

Los perro son gente especialmente trabajadora, que se afana y desvive por hacer la tarea pactada de antemano, y hasta que no consigue rematarla no levanta la cabeza del trabajo. Si fueron tan poco rápidos en su respuesta a Buda, tal vez se debiera a otras consideraciones, a ciertas dudas entre distintas fidelidades y a ese timbre de pesimismo que marca a los perro. Seguramente, si la leyenda hubiera sido cierta y real, los perros de aquellos días se hubieran detenido a olisquear el ambiente, para evitar el engaño, para terminar con la desconfianza inicial que les caracteriza, ese recelo que en seguida da paso a una lealtad a prueba de catástrofes y desgracias. En el trabajo, como en todas las partes de su vida, el perro es afanoso y un poco serio. Cumple a la perfección con su deber, pero suele tener una sombra permanente de pesimismo y una angustia contenida que viene a nublar un poco la maravillosa sensación de lealtad y nobleza, enturbiando ligeramente la positiva apariencia inicial con esa melancolía, con ese negativo aspecto que se trasluce en sus palabras, en su falta de verdadera esperanza en él o en ella y en los que están más cerca.

Antiguamente se daba mucho realce a la tipología. como una base de descripción de los caracteres y su relación con el binomio salud enfermedad. Los perro hubiesen sido los melancólicos por naturaleza. los dueños del humor negro que describe la construcción de raíz griega: y con esa base de negrura, fácil sería pronosticarle toda clase de males y todo género de desgracias. 

Los perro son, en una acepción más moderna, algo melancólicos, sin duda porque el pesimismo y la angustia tienen una parte importante en su vida y presiden muchas de sus reacciones. Son aprensivos y, como quiera que sean pesimistas, sus aprensiones derivan generalmente hacia el convencimiento de que el mal se va a apoderar de ellos sin remisión, como si estuvieran, desde la cuna, predispuestos para lo peor, como si tuvieran un pararrayos negativo que atrajese al dolor.

La fidelidad y lealtad de los perro es algo que se tiene que tener presente siempre. En el amor, como en todo, estas profundas convicciones sientan la base de su actuación y decimos esto, para comenzar, con la idea de que quede bien establecido que, en el amor, estas virtudes son básicas y fundamentales. Puede ser que los perro no sean, en general, unos grandes amantes, pero tienen a su favor la ventaja de serlo para siempre.

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