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El Dragon

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Desde tiempos inmemoriales se tiene al Dragón por un animal terrorífico, que escupe fuego por la boca. Su medio puede ser tanto la tierra como el agua o el aire; la demosofía oriental siempre representa al Dragón dotado de enormes alas y emergiendo de aguas cenagosas o pantanosas. Existe la creencia de que adornando las casas, tanto por fuera como en el interior, de efigies simbólicas alusivas al Dragón, los malos espíritus permanecerán alejados de semejantes lugares; los poderes de este gigantesco animal llegan hasta lo más recóndito, hasta el más apartado de los rincones. Por ello, en todos los lugares, se le ha venerado al tiempo que se le ha temido, pues cuando se está próximo a conseguir un determinado objetivo, aparece indefectiblemente el Dragón como muestra de que aún no han sido superados todos los obstáculos. El Dragón, por tanto, simboliza, en ocasiones el último estorbo para concluir un proyecto. En todas las culturas se encuentran alusiones a este fabuloso animal; su anagrama aparece, por ejemplo, en el pendón de algunas dinastías chinas y es expresado, a menudo, con su escritura pictográfica. Sólo al emperador le era permitido usar el emblema del Dragón con cinco garras en sus patas; los subordinados debían usar para sus adornos dragones cuyas patas tuvieran sólo cuatro garras. Además, el esoterismo chino pinta al Dragón de diversos colores: rojo -el Dragón Rojo, protector de la sabiduría verdadera- y blanco -el Dragón Blanco, llamado también Dragón Lunar. 

Algunos simbolistas prestigiosos describen ampliamente la diversidad de dragones, y sus atributos, que aparecen en todas las culturas y manifestaciones artísticas; desde la hagiografía más antigua, pasando por determinadas representaciones del arte de los más insignes humanistas, hasta la personificación contenida en la ficción literaria: a unos le dan un cuerpo de serpiente con alas, vive en los aires y en las aguas, sus fauces son enormes, devora a los hombres y animales, a quienes mata primero con su enorme cola. Otros, en cambio, lo hacen terrestre, sus fauces son muy pequeñas, su enorme y fuerte cola es un elemento de destrucción, vuela también y se alimenta con la sangre de los animales que mata; no faltan autores que lo creen anfibio: su cabeza es de mujer hermosa, de luenga cabellera, y es aún más terrible que los anteriores. 

Para la mitología oriental existen dragones que tienen por medio el aire, dragones que tienen por medio el agua y dragones que tienen por medio la tierra. Precisamente explican y definen la lluvia por la unión de la tierra con el Dragón.

Psicológicamente el símbolo del Dragón representa algo que superar, aún, en nuestro mundo anímico, es decir, se le reconoce al Dragón un significado psíquico. Fue, precisamente, Jung -destacado discípulo de Freud- quien afirmó que lo racional es un concepto demasiado limitado para expresar la Vida en su totalidad, por lo que se crea un símbolo.

 Así como Tigre es el dueño de la Tierra, Dragón es señor de los cielos y ambos han de repartirse el dominio del Universo. Quede esto claro, dentro de los márgenes de desconfianza que debemos dejar siempre en todo lo que nos parezca dogmático, y pasemos a ver qué abanico de posibilidades y de incompatibilidades lleva consigo el pertenecer al grupo simbólico de los dragón. Los dragón son activos, con empuje, cuidadosos, honestos y, además afortunados. Son una gente maravillosa, sobre todo cuando no sale a la superficie su intolerancia o su impaciencia.

Los dragón son gente sana por principio; por lo general, el mal permanecerá lejano y su longevidad será una buena prueba, la mejor, de que el emblema del fuego les ha sido favorable en cuanto a su organismo. El peligro no está en el lado físico de la vida, sino en el oscuro mundo de los sentimientos. El dragón, fuerte y enérgico, puede debilitarse totalmente ante una obstinada negativa, ante un desprecio casi imperceptible para los de más, ante un desaire repetido. Toda su fortaleza puede quedar minada ante estos hechos, u otros muchos similares porque a una criatura de su portentosa envergadura le son necesarias las palabras de aliento, las miradas de admiración, las sensaciones de apoyo y, sobre todo, las súplicas y peticiones de ayuda y protección. 

El dragón es un emblema de éxito y triunfo instantáneo. Aplicado al amor, este señor del cielo no hace muy sencillas las relaciones con otro símbolo de menor cuantía y no suelen enterarse muy a menudo de hacia qué lado cae la estricta realidad. Así, cuando un dragón se decide a amar, o a mostrar descaradamente su amor, nadie puede venir a decirle que sólo es un sentimiento personal y nada más. Si el dragón -o la dragón- se ha decidido, declarará abiertamente su maravilloso amor por una determinada persona; que la persona en cuestión venga a opinar lo contrario resulta, cuando menos, completamente desafortunado (así pensaría el cuestionado dragón), porque su opinión y su convencimiento son muy superiores a cualquier criterio ajeno y externo.

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